El telón de la noche abría su paso a la luz de un nuevo día y en el área de la cocina ya se veía los primeros chispazos de un nuevo amanecer.
Allí, entre ollas, utensilios y alimentos se encontraba Esperanza Huamán, ajetreada y luchando contra el paso del reloj. El volumen del televisor llegaba hasta ella contándole de criminalidades, delincuencia y temas que acongojaban más su herido corazón. Decidida, corrió hasta la sala y lo apagó.
Su corazón apretaba, las lágrimas se asomaban y empezaba a sentir la compañía de la soledad, que la hacían recordar las dos veces que había intentado quitarse la vida. Su silencio solo expresaba el dolor de su alma.
Tomó valor y prendió su pequeña radio que le dijo: “Cuando allá se pase lista y mi nombre llamen, yo responderé”. La mujer quedó inmóvil, mientras que su mente la hizo ver un vivo recuerdo de su madre que hacía cuatro años había fallecido.
Esperanza era solo su nombre, pero lo que le faltaba en la vida era el significado de su propio nombre. Al término de aquella música, la radio le habló cómo salir de los problemas, en la voz del Pastor Joel Flores y enseguida la invitó a orar. Y, por primera vez, ella habló con su Creador a corazón abierto. Necesitaba hablar con alguien.
Poco a poco, Radio Nuevo Tiempo se fue ganando su amistad hasta convertirse en su fiel compañía diaria. Los programas de reflexión la fortalecían y el programa de psicología “Aprendiendo a Vivir”, le daba herramientas para sanar emocionalmente.
“Rogué a Dios que cambie la situación con mi pareja. Cuando en la radio decían que oremos, yo me arrodillaba y me sentía fuerte”, recuerda Esperanza. Clamó, pidió perdón a Dios y entendió lo valiosa que es.
Días después, un grupo de jóvenes tocó su puerta preguntándole si podían estudiar la Biblia con ella. “Era mi oración respondida. Yo ya había aprendido bastante por la radio, pero quería que me ayudaran”, comenta Esperanza.
Ella llevó estudios bíblicos con los jóvenes misioneros de OYiM y fue bautizada en la Iglesia adventista el 16 de julio del 2022. Una semana después, su hija también ingresó a las aguas bautismales, convirtiéndose en las primeras adventistas en Santa Rosa, a la salida a Casma, en Perú.
“Ahora me siento con buenos ánimos y los problemas son más llevaderos”, cuenta entre sonrisas. Su valor de mujer fue restaurado y ahora coloca la radio a un volumen alto en su bodega para que sus vecinos también aprendan.
Para ir al templo adventista más cercano a su casa debe caminar dos horas, pero ella prefiere contratar una movilidad que le cobra S/50.00 nuevos soles por pasaje de ida y regreso, porque no hay transporte público. “Este esfuerzo vale la pena porque así llevo en el carro a más personas a la Casa de Dios”, señala Esperanza.