Teólogo fortalece el papel de la unidad administrativa adventista global

El modelo de gestión de gobierno de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fue consolidado a lo largo de los años en torno de dos aspectos importantes: unidad teológica y administrativa. Ese fue uno de los puntos presentados por el teólogo y redactor jefe de la editora adventista argentina Casa Editora Sudamericana, Marcos Blanco. Él hizo la segunda presentación durante el Concilio Anual de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Sudamérica sobre la relevancia de la unidad organizacional adventista.

Blanco llamó la atención al hecho de que la unidad es un principio bíblico, especialmente cuando está orientada a la misión. Él citó textos como el capítulo 17 del Evangelio de Juan para ejemplificar la famosa oración hecha por Jesucristo. Otro texto que refuerza la idea de que la iglesia es una unidad en torno de la diversidad de dones en diferentes ministerios, está en el capítulo 4 de la carta escrita por Pablo a los cristianos de Éfeso.

Además, el teólogo recordó que la pionera y profetisa Elena de White, en octubre de 1894, escribió que la iglesia fue organizada para fines misioneros y que Cristo pide que sus seguidores hagan de su obra el objetivo prioritario. Resaltó también que la unidad siempre se dio en torno de Cristo, de la Palabra de Dios, de la misión y de la organización.

Crecimiento histórico

En su análisis, Blanco organizó una interesante línea cronológica que permitió a los espectadores entender cómo el tema de la unidad fue parte del desarrollo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día desde 1848. A lo largo de los años surgieron varios desafíos con relación a cómo organizar una denominación inicialmente pequeña en los Estados Unidos, pero que se expandió en número de miembros y países a partir del final del siglo XIX.

De acuerdo con Blanco, entre 1888 y 1897 hubo un aumento todavía mayor en el crecimiento adventista, ya iniciado en las décadas de 1870 y 1880. En 1870, eran 5.400 miembros, número que saltó a 15.570 en 1880 y llegó a 29.711 en 1890. “En esa primera reorganización de la iglesia se establecieron estructuras administrativas auxiliares nuevas debido a la complejidad”, resaltó el teólogo.

En respuesta a esos desafíos, la organización adventista, con cuidado y atención, tuvo que aumentar su estructura institucional, pero siempre actuó pautada por una unidad organizacional. Para los adventistas del séptimo día, la congregación local siempre constituyó la base de toda la estructura denominacional, donde se realiza la adoración, comunión y misión. En los demás niveles, las tareas son de supervisión, coordinación y conexión.

Interdependencia de las entidades

En su presentación, Blanco destacó, además, el hecho de que ninguna entidad de la estructura adventista se crea por sí misma. Toda unidad de organización exige la aprobación de una unidad mayor para existir y funcionar. “Ningún individuo puede constituirse miembro de la iglesia por sí mismo. La pertenencia siempre es un estatus concedido por un organismo mayor”, explicó.

La cuestión de la autoridad en el sistema de gobierno adventista se fortaleció de forma menos centralizada. O sea, la autoridad final está limitada a cada nivel de la estructura eclesiástica. Eso crea lo que Marcos Blanco llamó de interdependencia dinámica entre las diferentes entidades. Por esa razón, la toma de decisiones, en todos los niveles jerárquicos de la organización adventista, es siempre un proceso de grupo, comités y comisiones.

La conclusión a la que el teólogo llegó es que, ante tanta diversidad en el mundo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día se mantiene unida en sumisión a Jesucristo, su compromiso con la misión mundial y su respeto al concepto de cuerpo de Cristo. “Aunque cada entidad esté separada una de la otra, ninguna funciona de manera independiente”, finalizó.